
"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"
Juan Belmonte
Noticias
Juan Belmonte
La tarde arrancó con un aire frío que poco a poco se templó al compás de un festejo que enfrentó a un encierro de Villamarta, de vuelta en Zaragoza con seis animales serios, con cuajo y bien armados. Sobresalieron por encima de la quema el segundo y el sexto, mientras que el quinto, inválido y protestado desde el caballo, truncó las aspiraciones de Fernando Adrián, que perdió un trofeo merecido en el segundo por un fallo en la suerte suprema. Paco Ureña mantuvo el tipo, pero su labor se vio lastrada por un lote que nunca terminó de cuajar, mermando la emoción de sus dos faenas. Ginés Marín, en cambio, dejó huella con una notable serie al natural en su último toro, que le valió la vuelta al ruedo.
Fernando Adrián saludó al segundo con un farol de rodillas pegado a tablas, un animal que siempre salió suelto al final de cada lance, embistiendo recto y con las manos por delante. Alberto Sandoval ejecutó un tercio de varas sobresaliente, despidiéndose entre ovaciones. Ginés Marín intervino con un quite de chicuelinas templadas, rematadas con una revolera de adorno. El madrileño brindó a los tendidos en su debut en La Misericordia, comenzando con pases cambiados por la espalda. El toro, un gran Villamarta, fue a más en cada embestida, humillando con hondura y nobleza, especialmente por el derecho, donde dejó surcos en el albero siguiendo el engaño de Adrián. La faena, intensa y llena de toreo en profundidad, culminó con bernardinas, pero el epílogo con los aceros fue torpe: un pinchazo y una estocada trasera que le valieron un aviso. El público reclamó una oreja, pero el presidente no accedió, y Adrián tuvo que conformarse con una ovación.
El quinto fue aplaudido de salida por su trapío, pero pronto mostró su invalidez. Adrián intentó poner voluntad, pero el toro no aguantó ni media tanda, perdiendo las manos constantemente ante la protesta de los tendidos. Un desenlace frustrante: pinchazo, estocada y pitos en el arrastre para el toro onubense.
El sexto, bajo de hechuras pero con genio, rasgó el capote de Ginés Marín en el recibo. Manseó en varas, pero luego permitió una faena por el izquierdo, con naturales de mano baja bien ligados. Por el derecho, se rajaba y salía suelto, pero Marín supo administrar su toreo y lo despachó con una estocada entera, merecedora de mayor premio. Al final, solo una vuelta al ruedo.
Salió el tercero de la tarde, una auténtica «pintura» que fue aplaudida por su presentación de salida. Embistió con las manos por delante en el capote de Ginés Marín que lo lanceó a la verónica en los primeros compases. En el primer encuentro con el jaco, empujó de costado sin emplearse, mientras que en el segundo puyazo no quiso pelea. Se cuadró de perfil Ureña desde los medios para quitar por gaoneras bien ejecutadas en las que el toro apretó al de Lorca. Fue este un ejemplar que le faltó un punto más de raza para que la faena hubiese tomado vuelo. Se apresuró la música que sonó a los pocos compases de comenzar la faena. La ligazón fue imposible desarrollarla con este animal que no tuvo viajes completos pero si humillaba cuando pasaba por la franela. El final fue en las cercanías antes de dejar una media estocada que fue suficiente. Silencio.
El tercero, una «pintura» ovacionada de salida, embistió con las manos por delante en las verónicas de Ginés Marín. En varas, no se empleó, y Paco Ureña quitó con gaoneras ajustadas. Pero le faltó raza para que la faena tomase vuelo. La música sonó pronto, pero el toro no dio viajes completos, aunque humillaba en los pases. Ureña lo despachó con una media estocada que fue suficiente. Silencio.
El primero, ovacionado por su presencia de salida, no se fijó en el capote de Ureña más allá de tres lances. Protestó en varas y deslució en muleta, perdiendo fuerza conforme avanzaba la faena y desarrollando genio. Ureña se mantuvo firme pero sin margen con el toro ya en el terreno de toriles. Lo mató con una estocada baja. Silencio y pitos en el arrastre.
El cuarto embistió con decisión en el capote de Ureña, y Juan Melgar clavó dos buenos puyazos que le llevaron a retirarse al patio de cuadrillas entre la ovación de los tendidos. El lorquino brindó al público maño y se enfrentó a un toro que tuvo que cuidar con pinzas, sin terminar los viajes. Hubo algunos pasajes de lucimiento, especialmente por el derecho, pero faltó celo. Ureña lo mató de una estocada desprendida al segundo intento. Silencio.
Suscríbase a nuestro newsletter semanal. Toda la información del universo del toro en un solo email.
Copyright 2025 News Atlas. All rights reserved.