Azpeitia cerró su tradicional feria por todo lo alto, con un indulto, un evento histórico en la localidad guipuzcoana. Se lidiaron imponentes toros de Murteira Grave destacando un gran «Almirante» que fue un auténtico torrente de embestidas en la muleta del venezolano. Dos tercios de entrada hubieron en los tendidos.

Clemente llegaba a Azpeitia como una de las revelaciones de la temporada, pues en el país vecino ya se está consolidando en las principales ferias. No defraudó, dejó dos faenas en las que se pudo ver su corte artista con el que siempre trató de buscar la pureza del toreo. El torero francés ejecutó templadísimas verónicas, además de que en la muleta se mostró con un toreo pulcro y buscando el toreo clásico siempre por derecho. Con su primero, un gran toro dejó muletazos importantes, sobre todo por el pitón derecho y una certera estocada que le valieron para cortar una oreja. Con su segundo la faena no alcanzó ese punto de emoción para hacerse con otra oreja, pero sin duda alguna dejó detalles muy toreros.

Jesús Enrique Colombo volvía a Azpeitia después de su rotundo triunfo la pasada temporada. Cayó de pie en el coso azpeitiarra por sus vibrantes pares de banderillas y su gran facilidad lidiadora con la muleta, además de dos estoconazos. Pues este año no iba a ser menos, pues quién le iba a decir a Colombo que saldría de Azpeitia con los máximos trofeos. El  venezolano frente a su primero, dejó una faena de mucho poder, pero la falta de emoción de su oponente minimizó todo, además del fallo con los aceros. Con su segundo volvió locos a los allí presentes ya en banderillas, recorriendo la plaza de punta a punta con el Murteira encima. Pero lo de la muleta fue el no va más, el toro fue un ciclón, y Colombo supo entender lo que precisaba la faena. Pues estos toros tan importantes son los que te quitan del camino. Colombo le llevó siempre muy toreado, alargando el trazo y aprovechando esa inercia para cuajar tremendas series en redondo. Estuvo soberbio el venezolano. La faena avanzaba y el toro se venía arriba, los pañuelos blancos afloraron y el naranja asomó por el palco presidencial. Indulto a «Almirante» y el callejón se fletó de abrazos al ganadero luso. Gran toro y gran Colombo que se hizo con las dos orejas y el rabo simbólicos.

Jorge Martínez dejó gratísimas sensaciones, y es que aunque no cortara ningún trofeo, dio una dimensión de toreo caro, puro, sin alardes y buscando siempre esa línea del toreo barroco, el clásico, el que perdura y no es efímero. El de Totana ejecutó los derechazos más templados de la tarde, qué pulcritud y qué forma de llevar al toro. Pocos pensábamos que los Murteira Grave fueran los toros idóneos para el toreo de Martínez (un servidor incluido), pero sorprendió a todos por esa templanza en la que dejó muchos matices importantes. Lástima que los aceros no volaron en buen sitio, pues hubiera cortado una oreja a cada toro. Sin duda una grata sorpresa en Azpeitia.