Sebastián Castella abrió plaza con un toro excelentemente presentado de Victoriano del Río, un toro que en los primeros tercios realizó embestidas que atisbaban algo importante. Sin embargo en la muleta todo se apagó, el toro no se empleó y la escasez de conexión con los tendidos hicieron que la faena perdiera peso, los aceros no destacaron por su acierto. Con su segundo el galo le arrancó varias tandas de muchísima importancia, pero a medida que la faena avanzaba el toro se hacía cuesta arriba y vendía más caras si cabe sus embestidas, erró de nuevo con los aceros en una faena digna de oreja.

Emilio de Justo realizó con su primero una faena de importancia, un toro con profundidad en sus embestidas al que el extremeño guio y marcó el camino, sobre todo por un pitón, el derecho, el único que permitía algo de lucimiento. La faena cogió altura sin embargo la tardanza a la hora de caer el astado con la espada dentro minimizó una faena de oreja en un gélido silencio. Con su segundo puso Pamplona patas arriba, el extremeño ejecutó los mejores derechazos de la feria, con riñones encajados y girando en torno a su pierna izquierda como eje central, una faena de trazo largo, gusto y mentón encajado en el pecho. Al natural ejecutó soberbias estampas que hicieron que la capital navarra se rindiera a sus pies tras dejar un estocadón en todo lo alto.

Ginés Marín estuvo a gran nivel en Pamplona, y eso que su primer toro no se lo puso nada fácil. El pacense le endosó templados muletazos en una faena escasa de ligazón pero plena de sentimiento, Ginés se sintió cómodo y Pamplona lo notó, remató de una certera estocada que le hicieron pasear una oreja de peso. Frente a su segundo la cosa cambió, fue un toro nulo para el triunfo, no le permitió nada estético ni con composición, embestidas desclasadas que dejaron a Ginés sin poder acompañar a De Justo en tan importante tarde.