
"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"
Juan Belmonte
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Juan Belmonte
Diego Urdiales realizó una auténtica obra de arte frente a su primero, lo entendió a la perfección al margen de no ser un toro que destacara por su bravura, más bien por su mansedumbre. El riojano dejó su impronta en el coso pamplonés, realizó una actuación de importancia con soberbios derechazos y templados naturales, una faena que abrió la boca de los tendidos con gran sabor. La espada se llevó las dos orejas. Sin embargo con su segundo nada pudo hacer, muy desclasado y sin celo, fue silenciado.
Fernando Adrián bien pudo continuar su ya famosa racha de puertas grandes, sin embargo los aceros cortaron de lleno. El madrileño ejecutó sus ya conocidos derechazos, conocidos por su largura, sobriedad y siempre hasta detrás de la cintura, dos grandes actuaciones de las que solo se llevó una oreja, de su segundo, pues en su primero los aceros le jugaron una mala pasada.
Borja Jiménez sin embargo, fue el rotundo y claro triunfador de la corrida, pues el sevillano hizo gala del ya famoso dicho «puerta grande o enfermería». Su primero fue un toro nulo, no tuvo muchas notas positivas, no destacó por su casta y la ligazón no cabía lugar. Lo mejor vino en su segundo donde el mando de Borja Jiménez hizo acto de presencia, qué faena, talones asentados, trazo largo y hasta que el toro se terminó. Ahí fue cuando Jiménez tiró de cercanías para hacer vibrar a Pamplona. Dejó un pinchazo y una gran estocada en la que fue cogido, dos orejas que tuvo que recoger su cuadrilla.
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