
"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"
Juan Belmonte
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Juan Belmonte
Tarde histórica en el coso de la localidad cacereña de Navalmoral de la Mata, donde se vendió todo el papel y el aficionado disfrutó de un encierro de los hermanos Lozano (Alcurrucén) muy bien presentado.
Sebastián Castella, quien sustituyó a Morante de la Puebla, demostró una tarde más que ha vuelto con la misma seriedad y disposición a la que nos tenía acostumbrados antes del tiempo del descanso del que estuvo disfrutando los últimas temporadas.
En su primero lanceó con gran soltura ante un ejemplar que mostró su falta de fuerzas desde sus inicios, con la muleta tuvo momentos de menos a más que no terminaron de calentar al público, y el mal juego de los aceros propició el silencio del respetable. En su segundo el mejor ejemplar de la tarde, que fue premiado con la vuelta al ruedo, le cuajó una grandísima faena por los dos pitones, con mucho empaque y torería, un certero espadazo con el que culminó su triunfal tarde, hizo que los tendidos y el palco presidencial enloquecieran, y se le otorgaran los máximos trofeos.
Emilio de Justo, calentó a los presentes, en su primer toro, lanceando con grandísimo empaque y dulzura. Un toro noble pero con poco fondo, lo cuidó con su peculiar forma de torear y sus paisanos muy agradecidos, le pidieron las dos orejas que paseó, tras su estocada. En su segundo, un toro con menos opciones que le ofreciera su primero, lo mantuvo en pie durante su faena que fue premiada con una oreja.
El de Pepino (Tomás Rufo) recibió a su primero con unos limpios delantales, rematados con una bonita revolera, demostrando su disposición desde su comienzo, tras brindar al público toreó con su poderoso toreo por los distintos pitones, alargando unos interminables muletazos, con grandioso temple y mando, una estocada en un lugar con poca muerte, desencadenó un tiempo muerto en el que el público enfrió, y fue premiada con una merecida oreja. En su segundo, un toro al que apenas se le picó, y se le cambió el tercio con dos pares de banderillas, presagiaba la falta de fuerza y la falta de raza que al final demostró en el último tercio, muy por encima del oponente se fajó en un toreo de cercanías y valor que agradeció el público, tras una gran estocada, premiándolo con una oreja y proporcionando la salida a hombros, junto a sus compañeros.
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