Un tercio de plaza recibió a una corrida en la que la afición bilbaína vino apenada por una corrida de Zalduendo que nunca ha gustado en Vista Alegre, Y razón no les faltó, pues fue una corrida que hizo homenaje a la mansedumbre, nunca se había visto un toro tan manso y descastado como el tercero.

Sebastián Castella pasó inédito, tuvo ante sí un lote sin nada dentro. Fue quizá un torero sin fortuna en el sorteo. El galo estuvo sublime dentro de lo que pudo hacer, tanteos de muleta y estocadas certeras que fueron ovacionadas por poder abreviar la corrida que empezaba a mojarse por la lluvia.

Emilio de Justo fue sin duda el triunfador del festejo. Cortó una oreja a cada uno de sus oponentes. Y es que no se puede decir que De Justo tuviera suerte en el sorteo, pero supo sacar y exprimir las escasas virtudes de sus oponentes, así como minimizar sus defectos. El extremeño cuajó dos faenas de alto voltaje, sacando muletazos de uno en uno y rematando ambas faenas con dos estocadas por todo lo alto. Dio una lección de saber estar y entender a sus oponentes, importante tarde de De Justo.

Ginés Marín tuvo una de cal y otra de arena. Su primer toro fue un toro nulo, de los que quedan para la retina como un auténtico manso. Lo pasaportó con habilidad. Aunque lo mejor de Ginés vino en un faenón para el recuerdo a su segundo y último toro del festejo. Entre la lluvia Ginés fue capaz de meterse en el bolsillo al público despistado en busca de cobijo. El extremeño endosó al sexto los naturales más hondos, largos y despaciosos de la feria, sumados con unos derechazos de importancia y largos pases de pecho. Pinchó una faena que seguramente hubiera supuesto una oreja y petición de la segunda, posteriormente dejó una buena estocada para dejar la faena en una oreja de peso.