
"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"
Juan Belmonte
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Juan Belmonte
Con algo más de media plaza en los tendidos, Bilbao acogió la segunda corrida de toros de la feria. Una corrida bien presentada de Juan Pedro Domecq en la que destacó el juego del sexto y tercero, mientras que primero y segundo fueron más deslucidos. A ella le hicieron frente tres figurones del toreo como Morante de la Puebla, José María Manzanares y Alejandro Talavante.
Morante de la Puebla se marchó inédito y seguramente con algo de enfado. El de La Puebla tuvo en suerte el peor lote del festejo. Su primero fue el peor de la tarde sin duda alguna. Lo pasaportó con agilidad entre los pitos de un Bilbao que no entendió la ausencia de esfuerzos de Morante. Esfuerzos que sí hizo ante su segundo, toro al que trató de encauzar embestidas a conciencia y sabiendo que no iban a ir a ningún lado, nada más que para ganarse el respeto de los que lo pitaron en el anterior toro, tragó ante un toro vacío. Sin embargo en medio del intento se escuchó desde la galería un grito diciendo «¡Gordo!». Ante ello Morante reaccionó como reaccionan los genios, una mirada al tendido y a por la espada, quien no le respeta, no merece su arte. De nuevo lo pasaportó con agilidad y entre sonoros pitos que se tornaron en división de opiniones.
José María Manzanares trató de realizar faena a los dos toros de su lote, dos toros sin peligro, con nobleza, pero sin transmisión alguna. El alicantino hizo frente a sus dos oponentes con dos faenas serias, en las que se le vio centrado, no conectaron con el tendido, pero sí que se puede decir que fueron faenas para él. Para volver a encontrarse tras un mes sin torear y darse cuenta de que su mejor nivel está por llegar, pues el tiempo parado pasa factura, pero que sin duda le hizo salir reforzado de Bilbao, era la corrida más fuerte a la que se enfrentaba tras su recuperación.
Alejandro Talavante estuvo sublime de principio a fin. Con su primero se le vio resolutivo, sin nada preparado, con un margen a la inspiración, y se vio en dos momentos puntuales, desde el tropezón del toro en los estatuarios y continuar rodilla en tierra hasta la sorpresa del toro cuando le perdió la cara y rematarlo con un bello molinete. La espada fue importante para poner un broche de plata a su faena. Porque el broche de oro vino con su segundo. Y es que ha sido de las faenas más completas de la temporada de principio a fin. De salida Talavante le endosó una verónica afarolada de bandera, buenas y templadas verónicas, lo puso en suerte ante el caballo de Manuel Cid que lo picó excelentemente, saludaron montera en mano Miguelín Murillo y Manuel Izquierdo y lo mejor, lo mejor vino en la muleta. Cuajó una faena que como reza el titular se basó en una mano izquierda prodigiosa, qué mano izquierda. Un aficionado de delante mío me decía «¿Qué tendrá esa muñequera?», cual pelo de Sansón, que sin él carecía de fuerza. Por el pitón derecho (y se puede apreciar en la galería) se le vio encajado, hondo y entregado. Fue sin duda otra obra de gran altura de Don Alejandro Talavante Rodríguez. Remató de un estocadón en lo alto. Dos orejas de peso. ¿Bilbao y Talavante, un nuevo idilio?
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