"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"
Juan Belmonte
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Juan Belmonte
Deba es uno de los tesoros de la tauromaquia, un pequeño pueblo guipuzcoano que en las entrañas y corazón de él, esconde una bella plaza armada con hierros, tablones y tuercas. Una cita con la tauromaquia tradicional, la de toda la vida, el nieto con el abuelo, el padre con el hijo, la cuadrilla de amigos que acuden a los toros tras comer… Es sin duda algo importante.
Se registró un llenazo hasta la bandera, ni un alfiler entraba en la plaza de Deba para recibir a una ganadería ya consolidada y tradicional anualmente en esta feria, la de Puerto de San Lorenzo a la que hicieron frente Joaquín Caro y Tomás Bastos.
Joaquín Caro tuvo muy mala suerte en el sorteo, le tocaron los dos peores toros de la corrida. A pesar de ello estuvo muy solvente, capaz y con inteligencia, algo nada sencillo con tan corto bagaje. Se jugó el tipo, y cabe destacar que el mejor par de banderillas de la corrida estuvo en sus manos, un par en todo lo alto a toro parado en su segundo. Ese segundo novillo fue de esos que te hacen evolucionar, porque te curten, exigente, saliendo andarín buscando salida tras cada muletazo y sin nada de nobleza. Mostró capacidad lidiadora Caro. Remató la tarde con dos estocadas enteras aunque contrarias, pero sin duda dio una lección de poder afrontar dificultades sin ningún problema.
Tomás Bastos fue el rotundo triunfador del festejo, el portugués estuvo sublime. Tiene la virtud del temple, y eso ni se compra ni se forja. Desde el quite que realizó ya se pudo atisbar que no era un novillero más. La gente se fue enamorada de él, un chico joven, bajito y con ilusión para ser figura. Puso buenos pares de banderillas y mostró la entrega que se espera de todo novillero sin caballos. Se lo pasó realmente cerca con la muleta con rodilla en tierra. En su segundo sufrió un percance que no fue grave porque Dios no quiso, lo empotró contra un burladero en el primer lance de capote, sin consecuencias aparentes. Con la muleta realizó una faena plástica, con estética y muchísimo gusto, se rebosó tras cada derechazo. Se le concedieron dos orejas, pero en un arrebato de la plaza se pidió el rabo concedido por el palco. Cabe resaltar que en su primer astado los aceros se llevaron los premios, y en este segundo se lo dieron.
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