
"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"
Juan Belmonte
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Juan Belmonte
La segunda de feria de Teruel fue acogida con gran fervor, registrando un auténtico llenazo a pesar de la baja de última hora de un convaleciente Morante de la Puebla. Los tendidos del coso turolense se llenaron para recibir a Juan Ortega, Roca Rey y Pablo Aguado frente a los astados de Luis Algarra y Loreto Charro.
Juan Ortega dejó una tarde de matices, desde un boyante quite de mano baja y mucha suavidad por chicuelinas a su segundo hasta unos soberbios muletazos pasándoselo cerca y dejando un sello propio. Sello propio que puso alto el nivel y que hizo que Teruel se quedase con la miel en los labios de un gran triunfo, aunque más no pudo hacer el sevillano. Fue una gran faena culminada con una gran estocada en la que el astado echó la cabeza al pecho del sevillano, sin consecuencias.
Roca Rey estuvo cumbre con su primero al que cuajó con rotundidad sobre todo por un pitón izquierdo por el que apostó mucho. A pesar de la falta de fuerza y celo por parte del astado se echó encima para pegarse importantes arrimones que fueron rematados con una importante estocada para cortar las dos orejas del tirón.
Con su segundo, un toro con mucho más motor estuvo sublime, lo cuajó de principio a fin y le endosó derechazos de bandera, citando de lejos y no dejando que el astado de Algarra tocase la muleta. Ya con los tendidos puestos en pie y al grito de TORERO-TORERO el peruano cuajó una soberbia tanda en redondo en la que convirtió el coso turolense en un auténtico manicomio. El público pidió el indulto pero Roca contestó con una impecable estocada para arrebatar dos orejas con más peso que las del toro anterior y vuelta al ruedo para el toro de Luis Algarra.
Pablo Aguado estuvo sublime frente al tercero, lo cuajó de principio a fin con excelentes verónicas de inicio. Con la muleta supo entender y exprimir las virtudes del astado de Loreto Charro y sacó derechazos de importancia, aunque lo mejor vino por naturales que hicieron parar el tiempo en la ciudad aragonesa, el fallo con los aceros le privó de trofeo.
Frente a su segundo nada pudo hacer, fue un toro sin nobleza, descompuesto y sin certeza en sus embestidas, fue silenciado.
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