"El buen toreo es el que se hace con sentimiento y pasión de enamorado"

Juan Belmonte

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Los toros, la fiesta del pueblo. 

 Una vez acabada la temporada, se puede hacer balance de triunfos, fracasos, decepciones, nuevas ilusiones, y oportunidades de cara a la próxima temporada. Desde un desatado Roca Rey, a un excelso Morante, y una temporada para olvidar del tan esperado Talavante. Pasando por el buen momento de ganaderías como Victoriano del Río y los astados de Ricardo Gallardo, o por toreros emergentes como Ángel Téllez, Francisco de Manuel y una serie de novilleros que han rayado a un gran nivel y a los que se les atisba un gran futuro. 

Pero lo más importante de esta temporada, párrafo anterior aparte, ha sido la vuelta a las plazas, volver a disfrutar con lo que nos hace felices: ir a los toros. Después de dos temporadas prácticamente en blanco, que han supuesto un autentico campo de minas para la cabaña brava, se ha vuelto a la temporada de las grandes ferias, a los toros en pueblos más pequeños, y a los toros en las calles. Y no sólo se ha vuelto, sino que se ha superado el número de festejos, tanto mayores como populares, de los años pre-pandemia. Y es una gran noticia, que indica las ganas que había de toros y que esta afición sigue más viva que nunca, pese a que en los medios se haga ver otra cara completamente distinta. 

 Pero, por eso mismo, no debemos olvidarnos del que sostiene todo esto: el público. Porque el público es el que pasa por taquilla, porque el público es el que mantiene las ganaderías bravas, porque el público es el que da de comer a todo aquel que se pone en la cara del toro (y a los que no), y porque el público es el que se merece que se le trate como lo que es, uno de los pilares principales, junto al toro, de esta fiesta. 

Se me vienen a la cabeza varios “lleno de no hay billetes” en Madrid, Sevilla, Pamplona, Zaragoza… y así un sinfín de plazas de menor calibre, pero a las que hay que cuidar y mantener con el mismo mimo. Y lo mejor (o peor, según cada cual) es que todo eso se ha conseguido luchando contra viento y marea: subida de precios de las entradas, maltrato a los abonados de ciertas plazas, carteles con poco interés, pocos incentivos para que acudan jóvenes a las plazas (excepto si contamos montar una discoteca para hacer botellón en la primera plaza del mundo), falta de rivalidad entre muchos autodenominados y alentados por sus “hooligans” como figuras, y un campo bravo que ha acusado la subida de costes de producción de un toro y los ejemplares enviados al matadero. 

 Y no podía olvidarme del festejo popular, que ha tenido un año de récord en cuanto a encierros de vacas, toros embolados, ensogados, toros cerriles en las calles, concursos de recortes, de recortadores, roscaderos… Porque sí, aquí también (¡sorprendentemente!) es el público el que con su afición y, en muchos casos, con su dinero mantiene al festejo popular vivo: las calles a rebosar para ver cómo se lidia (y respeta) un toro, con los concursos llenando plazas que ni figuras del toreo no han conseguido llenar, y, permitidme hacer referencia a la que es mi plaza, Zaragoza, consiguiendo hacer pasar por la plaza a casi 150.000 personas en una semana tan solo en los festejos populares. 

Porque además del año de la vuelta a las plazas, del año de Roca Rey, o de Morante, ha sido el año del público, del que ha mantenido, mantiene y mantendrá vivo esto. Así que, una vez hecho el balance de la temporada, ya sabemos lo que tenemos y debemos cuidar en los años venideros, a nosotros mismos. Porque recuerden: los toros son la fiesta del pueblo. 

Gonzalo Canales

Gonzalo Canales